Amancio Ortega no nació en cuna de oro, pero construyó un imperio textil que lo llevó al top 10 de las personas más ricas del planeta. Hoy, con una fortuna estimada en 120.000 millones de dólares, el fundador de Zara demuestra que incluso los comienzos más humildes pueden dar lugar a una historia extraordinaria de éxito emprendedor.
De no tener qué comer a soñar con algo más
Nacido en 1936 en un pequeño pueblo español, Busdongo de Arbas, Ortega vivió desde pequeño los desafíos de la escasez. La escena que marcaría su vida ocurrió cuando tenía apenas 12 años: acompañó a su madre a comprar comida, pero el comerciante les negó el fiado. “Aquello me dejó destrozado”, confesó años después a su biógrafa Covadonga O’Shea. Ese día, decidió dejar la escuela para salir a trabajar.
Su primer empleo fue como repartidor. Más tarde, trabajó en la mercería La Maja, donde no solo aprendió el oficio textil, sino que conoció a Rosalía Mera, su futura socia y esposa. Allí empezó a gestarse la idea de un emprendimiento propio.
El nacimiento de GOA: su primer negocio
Ortega y Mera comenzaron confeccionando batas acolchadas desde su casa, organizando una cooperativa con familiares y mujeres desempleadas. Así nació GOA (las iniciales de su nombre y apellido al revés).
Aunque el proyecto fue rentable desde el inicio, Ortega no estaba conforme. Su frustración provenía de no tener contacto directo con los consumidores finales. Él fabricaba, pero vendía a otras tiendas. No podía observar cómo respondían sus clientes, ni controlar cómo se presentaban sus productos. Quería ir más allá. Quería tener control total de la experiencia de compra.
Zara: la tienda propia que le devolvió el control
En 1975, tomó una decisión clave: abrir su primera tienda propia en La Coruña. Originalmente se llamó Zorba, pero tras un conflicto por el nombre con un bar local, le cambió el nombre a Zara. Esta tienda le permitió vender directamente al consumidor y controlar aspectos como el diseño del local, la disposición de la ropa, los precios y la atención al cliente.
Esto fue un punto de inflexión. Ortega entendió que la proximidad con el consumidor era clave para mejorar su producto y su negocio. En palabras simples: cuanto más control tenía, mejor podía operar. Con Zara, impuso un modelo disruptivo: ediciones limitadas, rotación rápida de prendas y una estética simple y directa.
Inditex: controlar la producción desde el origen
Aunque ya tenía tiendas propias y controlaba la distribución, Ortega quería dominar una etapa aún más inicial: la fabricación de las telas. Hasta entonces, Zara dependía de proveedores externos para ese insumo básico.
Así nació Inditex en 1985: un holding que integraría toda la estructura empresarial de Ortega, y que le permitiría tener el control completo del proceso de producción.
Gracias a Inditex, pudo integrar la logística, consolidar la cadena de suministro y optimizar tiempos. Eso le dio la agilidad que se convirtió en una de las señas de identidad de Zara: lanzar una prenda nueva en menos de dos semanas desde el diseño.
La expansión internacional
En 1988, abrió su primera tienda internacional en Oporto, Portugal. Como fue un éxito inmediato, rápidamente replicó la estrategia en Nueva York, París y otras capitales del mundo.
Durante los años 90, Zara se convirtió en la compañía española de más rápido crecimiento, gracias a la visión obsesiva de Ortega de no delegar ningún eslabón importante del negocio. Nuevamente, no fue suficiente.
Nuevas marcas para nuevos públicos
Ortega entendió que Zara tenía un público claro, pero el mercado era más amplio. Entonces, desde Inditex impulsó nuevas marcas para diversificar la oferta: Pull & Bear (estilo joven y urbano), Massimo Dutti (para la clase media y alta), Bershka, Stradivarius y más.
Con esta estrategia, no solo amplió su base de clientes, sino que evitó canibalizar su marca principal. Cada marca estaba dirigida a un público distinto, pero compartían la misma lógica de producción y distribución eficiente.
Salir a la bolsa: conquistar los mercados financieros
En 2001, Ortega llevó Inditex a la bolsa. Ese mismo año, apareció por primera vez en el ranking de Forbes y pasó a ser el hombre más rico de España, título que mantuvo todos los años siguientes. En 2002, vendió un 1,98% de su participación y recaudó 258,7 millones de euros, un dato que refleja el valor extraordinario que ya tenía su empresa.
A pesar del crecimiento, Ortega siempre fue un empresario presente. Visitaba tiendas, hablaba con empleados y proponía ideas. No era un CEO de escritorio. Y aunque en 2011 se retiró del cargo de Presidente Ejecutivo, lo hizo con una carta donde aclaró que seguiría cerca.
Un legado que sigue creciendo
Desde su retiro operativo, no frenó su actividad. Invirtió en energía, telecomunicaciones, y sobre todo, en el sector inmobiliario, a través de Pontegadea, la sociedad que gestiona su fortuna y posee activos por miles de millones. Su misma filosofía de control y visión estratégica se trasladó a esas nuevas inversiones.
Hoy, lo que comenzó como un modesto taller se convirtió en una potencia global. Inditex cuenta con más de 7.000 tiendas distribuidas en todo el mundo y más de 170.000 empleados, generando ingresos anuales cercanos a 40.000 millones de euros.
Amancio Ortega, a sus 85 años, sigue siendo fiel a su estilo de vida sencillo y cercano. Cada mañana recorre los 10 kilómetros que separan su casa de la sede central de Inditex, donde mantiene el hábito de conversar con los empleados y compartir ideas.
En 2025, la revista Forbes lo ubicó en el puesto número nueve entre las personas más ricas del mundo, con una fortuna estimada en 120.000 millones de dólares. Un recordatorio de que la visión, la constancia y el deseo de mejorar pueden cambiarlo todo.